sábado, noviembre 26, 2005

Super-mierda-cado


Rosa llega al supermercado, toma su carrito y empieza a caminar. Es SU carrito, ella lo marcó con una R negra en el mango y hay ocasiones en que ella pasa largas horas en busca de él, pues es el único que le acompaña como a ella le gusta. Su recorrido es siempre el mismo: el supermercado completo. Pasillo por pasillo. Estante por estante. Rosa pasea por cada rincón, por cada armazón de verduras y frutas y frutos secos y zapatillas y ropa desordenada y bandejas de pollo y bandejas de carne... a veces también bandejas de Emú. A Rosa le molesta que la gente compre cosas y después las boten en lugares cualquiera; le molesta que la gente tome cosas sólo por aparentar. No lo soporta. Por lo mismo, si en su camino se topa con dichos acontecimientos, ella los corrige: tomo a los invasores, los pones en su carrito y se los lleva consigo.
Las amigas de Rosa se burlan de ella, dicen que esta loca, que no es normal que siempre tenga usar el mismo carro, que no es posible que crea que al tomar las cosas que el resto bota sea mejor que ellos, que no es posible que se crea el ente regidor del supermercado sólo porque lo recorre completo a diferencia de ellas que sólo van a lo específico. Rosa no las escucha. Si el tema será el supermercado, ella cierras sus ojos y deja que sus amigas desvaríen como lo deseen, pues Rosa siente en el su interior que ninguna de ellas comprende verdaderamente su sentir cuando va al mando de su carrito recorriendo el supermercado de punta a cabo. Nadie conoce mejor el supermercado que ella. Nadie. Ni el dueño. El dueño es un caso parte. Rosa una vez lo conoció. Fue en un aniversario del supermercado. No era agradable como se lo ve en la televisión o en las fotos de los diarios. Es más bien tosco y directo. Rosa cree que el no estima al supermercado. Lo ve como un negocio, no como ella que lo estima y cuida. Rosa quiere al supermercado. En su infancia no existían, y cuando llegaron le cambiaron la vida. Desde la primera vez que entró a uno, nunca más se alejó de ellos. Hasta hoy. Hoy Rosa debe dejar de ir al supermercado. Tiene 70 años y ya no le permiten trabajar en él recolectando en su carrito las cosas que la gente bota en cualquier parte porque no lo van pagar. Rosa se irá del supermercado y usted podrá encontrar un par de longanizas junto a su champú favorito...